La mujer romana debía responder al ideal de "Pudicitia". Un concepto complejo dentro del cual se unían armoniosamente la modestia, la castidad, la belleza y la fertilidad.
En la alta sociedad la mujer romana debía además ser una mujer educada y cultivada, lo necesario como para mantener conversaciones con invitados y ser capaz de entretenerles contando relatos sobre la historia de la familia, pero también lo suficiente como para nunca discutir o contradecir a un invitado, ni mucho menos probarle equivocado.
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