sábado, 18 de mayo de 2013
viernes, 14 de octubre de 2011
EL RENCOR DE HALLGERD EN LA SAGA ISLANDESA DE NJAL
En el siglo X los noruegos que huyen de la tiranía del rey Harald Harfagar (Harald del hermoso cabello) comienzan a poblar Islandia. Llevaron armas, herramientas, útiles de labranza, hacienda, caballos. Fundaron una especie de república, gobernada por una asamblea general, el Althing.
De esa Islandia surgió la literatura medieval más rica y compleja de todo el mundo germánico.
En uno de los capítulos iniciales de la Saga de Njal, Hallgerd la Hermosa obró una vez de un modo mezquino y su señor, Gunnar de Hlítharendi, el más valiente y pacífico de los hombres, le dio una bofetada.
Años después, los enemigos sitian su casa. Las puertas están cerradas. Gunnar los tiene a raya con sus flechas, pero al fin le cortan la cuerda del arco.
- Téjeme una cuerda con tu pelo -le dice a Hallgerd.
- ¿Te va en ello la vida? -pregunta ella.
- Sí -responde Gunnar.
- Entonces recuerdo la bofetada que me diste una vez y te veré morir -dice Hallgerd.
Asi Gunnar murió, vencido por muchos.
El texto nada nos había dicho de ese rencor, de pronto lo descubrimos bruscamente, actual y terrible, con el mismo asombro de Gunnar.
miércoles, 24 de agosto de 2011
BALADA DE MULAN
Los insectos celebran con su canto la tarde.
Mulán está tejiendo ante la puerta.
No se escucha girar la lanzadera,
tan sólo los lamentos de la niña.
Preguntan dónde está su corazón.
Preguntan dónde está su pensamiento.
En nada está pensando,
si no es en el rey Kong, su bello amado.
La lista del ejército ocupa doce rollos
y el nombre de su padre figura en todos ellos.
No hay un hijo mayor para el padre,
un hermano mayor que Mulán.
«Yo iré a comprar caballo y una silla,
yo acudiré a luchar por nuestro padre.»
Ha comprado en oriente un caballo de porte,
ha comprado en poniente una silla y cojín,
ha comprado en el sur una brida
ha comprado en el norte un buen látigo.
Al alba se despide de su padre y su madre;
cuando anochece, acampa junto al Río Amarillo.
Ya no escucha el llamado de su padre y su madre,
tan sólo el chapoteo del caballo en el agua.
Al alba abandona el Río Amarillo;
cuando anochece, llega a la Montaña Negra.
Ya no escucha el llamado de su padre y su madre,
tan sólo a los caballos relinchando en el monte.
Cruzó miles de millas en busca de la guerra,
corrió como volando por pasos y montañas,
las ráfagas del cierzo traían son de hierro,
a la luz de la luna brillaban armaduras.
Allí los generales luchando en cien batallas
morían, y después de haber dado diez años
volvían a su casa, valientes, los soldados.
De vuelta, es recibida por el Hijo del Sol,
que se sienta en la Sala de los Resplandores.
Le concede medallas por sus méritos muchos,
le ofrece alas de pato crujientes por millares.
El Khan le ha preguntado qué quiere hacer ahora.
«Mulan no necesita honores oficiales,
dame un burro robusto de cascos bien ligeros
y envíame de vuelta a casa de mis padres.»
Cuando escuchan sus padres que su hija se acerca,
los dos salen a verla, dándose de codazos.
Cuando escucha su hermana que su hermana se acerca,
se arregla y se coloca delante de la puerta.
Cuando escucha su hermano que su hermana se acerca,
saca filo al cuchillo, sacrifica un cordero.
«He abierto la puerta de mi cuarto oriental,
y en el occidental me he sentado en la cama.
Me quité la armadura que llevaba en la guerra
y me he puesto la ropa que llevé en otro tiempo.
Delante del espejo, cerca de la ventana
me he peinado el cabello enmarañado
y he adornado mi frente con pétalos dorados.»
Cuando Mulan salió ante sus camaradas,
todos se sorprendieron, quedáronse perplejos.
Doce años estuvieron con ella en el ejército
y ninguno sabía que era una muchacha.
Las patas del conejo saltan más,
los ojos de la hembra son algo más pequeños,
mas cuando ves un par corriendo por el campo,
¿quién logra distinguir la liebre del conejo?
sábado, 4 de junio de 2011
LA ILÍADA DE HOMERO (I) - ESPOSAS, VIUDAS, ESCLAVAS
"Mujer y riquezas serán del que venza." (Canto III)
La Ilíada, el poema más antiguo escrito en griego, narra en clave mítica la famosa Guerra de Troya. La guerra se desencadena tras haber sido invitado el príncipe troyano Paris como huesped en el palacio de Menelao rey de Esparta. Cuando Paris se lleva consigo a Helena reina de Esparta, algunas versiones dicen que raptada pero en esta de Homero se entiende que seducida, Menelao acude a su hermano y todos sus aliados para vengar tal ofrenta y transgresión de las leyes no escritas de hospitalidad y declarar todos juntos la guerra contra Troya.
Tras cruzar el mar con una flota de una magnitud nunca antes conocida, el asedio de la amurallada Troya sin embargo se prolonga, y las batallas en las playas y ciudades vecinas se suceden durante nueve años.
En esta brutal guerra de hombres, y en todas las guerras de la antigüedad, el destino de las mujeres es especialmente cruel, si sus maridos o padres son derrotados no solo se convertirán en viudas y huérfanas sino también en esclavas propiedad de los vencedores, tal y como puede verse en los siguientes fragmentos del poema:
"Los primeros que obren contra lo jurado vean derramárseles a tierra, como este vino, sus sesos y los de sus hijos, y sus esposas caigan en poder de extraños." (Canto III)
"Han sido los primeros en faltar a lo jurado, sus tiernas carnes serán pasto de buitres y nosotros nos llevaremos en las naves a sus esposas e hijos cuando tomemos la ciudad" (Canto IV)
"Al pasar Héctor por la encina y las puertas Esceas, acudieron corriendo las esposas e hijos de los troyanos y preguntáronle por sus hijos, hermanos, amigos y esposos; y él les encargó una tras otra que orasen a los dioses, porque para muchas eran inminentes las desgracias." (Canto VI)
"Así yo pasé largas noches sin dormir y días enteros entregado a la cruenta lucha con hombres que combatían por sus esposas." (Canto IX)
"Tendidos en tierra, eran ya más gratos a los buitres que a sus propias esposas." (Canto XI)
"Quien sea herido mortalmente, de cerca o de lejos, cumpliéndose su destino, muera; que será honroso para él morir combatiendo por la patria, y su esposa e hijos se verán salvos, y su casa y hacienda no sufrirán menoscabo, si los aqueos regresan en las naves a su patria tierra." (Canto XV)
"Sin duda esperabas destruir nuestra ciudad, hacer cautivas a las mujeres troyanas y llevártelas en los barcos a tu patria. ¡Insensato!" (Canto XVI)
"Os he traído de vuestras ciudades; sino para que defendáis animosamente de los belicosos aqueos a las esposas y a los tiernos infantes de los troyanos." (Canto XVII)
"El fuerte Hiperenor, domador de caballos, no siguió gozando de su juventud, después de injuriarme diciendo que yo era el más cobarde de los guerreros dánaos; y no ha podido volver con sus pies a la patria, para regocijar a su esposa y a sus venerables padres." (Canto XVII)
"Te refugiaste en Lirneso y yo tomé la ciudad con la ayuda de Atenea y del padre Zeus y me llevé las mujeres haciéndolas esclavas." (Canto XX)
"Peleando por nuestros padres, esposas e hijos, salvaremos a Troya". (Canto XXI)
"¡Que todos los troyanos perezcan de mala muerte con sus hijos y sus castas esposas!" (Canto XXI)
Etiquetas:
Antigua Grecia,
Esclavitud,
Guerra,
Mitología
miércoles, 1 de junio de 2011
MUJER EN LA ANTIGUA ESPARTA (I)
«¿Por qué las mujeres espartanas sois las únicas que gobernáis a los hombres?». «Porque también somos las únicas que damos a luz a los hombres».
Respuesta de Gorgo, reina de Esparta, a la pregunta de una mujer de Ática, según el historiador Plutarco.
Aunque no disponemos de textos escritos por los espartanos, los numerosos autores extranjeros de su tiempo que visitaron Esparta observaban con gran confusión la indulgencia con la que se gobernaba a la población femenina. Aristóteles entre ellos, denunció la "ginocracia" o "gobierno de mujeres” de la polis de Esparta: "durante el período de su imperio, muchos asuntos eran administrados por las mujeres. Sin embargo, ¿cuál es la diferencia entre tener gobernantes gobernados por mujeres y un gobierno real de mujeres?"
Las mujeres espartanas eran las únicas de toda Grecia que podían heredar propiedad en todo su derecho, esto incluye heredar tierras, piedra angular del sistema económico, social y político. También podían llevar una vida pública, si bien tenían vetado hablar en la asamblea pública, poseían una gran influencia en la comunidad y con frecuencia expresaban sus opiniones sobre asuntos políticos, confiándolas a sus maridos para que las expresaran en la asamblea por ellas.
Nadie dudaba de que las mujeres de Esparta eran las más formidables: las más fuertes, las más hermosas, las más firmes y seguras, las más francas y habladoras, las más ricas y poderosas. No se parecían en nada a otras mujeres. Eran osadas y directas a la hora de hablar, sabían leer y eran cultas, independientes de pensamiento, además de mandonas, se defendían por sí mismas, con un orgullo despreocupado, tranquilo y firme que muchos observadores encontraban profundamente perturbador e inquietante. Las mujeres simplemente no deberían ser así, se esperaba que fueran calladas, que se quedaran en casa. Pero las espartanas no estaban confinadas ni en el hogar ni atadas a las tareas domésticas
No hay que olvidar que los espartanos dedicaban todo su esfuerzo y devoción al sustento de un Estado militar. Para ello tenían a un pueblo entero, los ilotas, sometido, eran siervos propiedad del Estado, obligados a hacer todo el trabajo agrícola y dar la mitad de lo producido a sus señores los ciudadanos. Mientras esa minoría ciudadana se aplicaba enteramente a cultivar el arte de la guerra y crear los mejores soldados de todo el mundo antiguo.
Esparta tenía la reputación de exponer a sus recién nacidos a la muerte, fueran niños o niñas, debido a defectos físicos, aspecto enfermizo o poco robusto. El papel primario de una mujer era dar a luz y criar a los hijos, pero los espartanos creían que una mujer podía realizar mejor este trabajo si se mantenía en forma y sana, creían que las madres fuertes producirían bebés fuertes, bebés sanos y vigorosos. El entrenamiento físico y los deportes atléticos eran tan importantes para las niñas como para los niños, que se ejercitaban en competiciones regulares de atletismo, lucha libre, disco y jabalina, e incluso carreras de carros de caballos.
Solo dos clases de espartanos recibían el honor de una tumba con su nombre inscrito, los hombres que morían en la guerra y las mujeres que morían en el parto.
domingo, 29 de mayo de 2011
Cita (XVI)
"Los hombres hacen las obras,
pero las mujeres hacen los hombres."
R. Rolland
miércoles, 25 de mayo de 2011
ELOGIO DE LA LOCURA, DE ERASMO DE ROTTERDAM (V)
Si alguien tiene una mujer de egregia fealdad, pero que en opinión del marido puede rivalizar hasta con la misma Venus, ¿acaso no será lo mismo para él que si fuese realmente hermosa? (…) Conozco a cierto sujeto que se llama como yo, el cual recién casado regaló a la novia ciertas joyas falsas, convenciéndola, con lo bromista y alegre que era, de que no sólo eran verdaderas y auténticas, sino también de precio singular e inestimable. Pregunto yo, ¿qué podía importarle a la joven la burla, si deleitaba igual los ojos y el espíritu y las guardaba junto a sí como eximio tesoro? En tanto, el marido no sólo se había ahorrado el gasto, sino que se divertía con el engaño de su mujer, a la que no tenía menos obligada que si la hubiese obsequiado con el más grande regalo.
Capítulo XLV
¡Dioses inmortales! ¡Qué teatro éste! ¡Qué variedad en esta turbamulta de necios! Uno se muere por cierta mujercilla, a la que ama con mayor pasión cuanto menos caso le hace ella; el otro se casa con una dote y no con una esposa; el otro prostituye a su misma mujer; allí un celoso vigila a la suya como un Argos; aquél, de luto, ¡oh!, cuántas necedades dice y hace, parece un actor que represente la farsa del duelo. (…) Y los hay que van en peregrinación a Jerusalén, a Roma o a Santiago, donde nada tienen que hacer, y en cambio dejan abandonados la mujer, la casa y los hijos.
Capítulo XLVII
Las mujeres, entre otras muchas razones, favorecen a los frailes porque suelen confiar a su seno las quejas y el mal humor que tienen contra sus maridos.
Capítulo LIV
Madre e Hija, de Leighton
lunes, 23 de mayo de 2011
MUJERES EN LA COLONIZACIÓN DE AMÉRICA
En el primer siglo de conquista de América el colonizador medio era un hombre joven, en torno a los 20 años, generalmente urbano y con espíritu aventurero. A ese grueso se sumaban algunos clérigos, artesanos y otros profesionales y funcionarios mayores de 30 años.
Poco a poco fueron llegando familias, mujeres y niños. Pero la emigración femenina fue muy débil en la primera mitad de siglo XVI, aumentando gradualmente sobre todo en la segunda mitad. La escasez de mujeres preocupaba especialmente a La Corona, por lo que estimuló partida de familias completas y el traslado de las mujeres para reunirse con sus maridos, y desde 1530 les estuvo prohibido emigrar a los hombres casados sin sus esposas.
Y aunque a mediados del XVI las mujeres emigradas solo representaban el 5% de los españoles en América, su sola presencia cumplía un papel importante para las autoridades políticas y religiosas, que confiaron en su función de portadoras y transmisoras de valores y costumbres para evitar que la sociedad colonial adquiriera la cultura de las sociedades indígenas.
En cualquier caso la sociedad hispanoamericana estaba en sus inicios dominada por hombres solteros y jóvenes; que paliaron la escasez de españolas con mujeres indias dando lugar en algunos casos a situaciones de poligamia y concubinato.
Y si a los estragos demográficos causados entre los indios por las enfermedades importadas desde Europa se le suma la muerte de muchos hombres en las guerras de la conquista, existe la teoría de una posible carencia de hombres y exceso de mujeres entre los indígenas, que explicaría por qué en algunas islas caribeñas a principios del XVI la mayor parte de caciques eran mujeres.
Todo ello favoreció el mestizaje de diversas formas. A la “apropiación de las mujeres” por violación o rapto, se añadieron las mujeres ofrecidas como regalo, en prenda de hospitalidad o las adquiridas a modo de botín de guerra, durante los años en que la esclavitud estuvo permitida. Algunas fueron intérpretes y aliadas de los conquistadores, siendo el caso más famoso la Malinche y Hernán Cortés.
Una vez terminadas las grandes conquistas, pasando la guerra a un plano más secundario, para las nativas convertirse en esposas o concubinas de los españoles podía servir para mejorar su condición social y la de su familia.
El concubinato fue una práctica generalizada y supuso un acusado relajo de la monogamia exigida por la moral católica peninsular. Estas formas de convivencia suscitaron la preocupación de la Iglesia y de la Corona, que recomendaron formalizar los matrimonios interraciales con fin de sacramentar las relaciones.
En 1503 una orden recomienda los matrimonios con hijas de los príncipes y caciques a fin de consolidar las buenas relaciones con los indígenas. En el caso de los encomenderos se promulgan decretos que fuerzan a contraer matrimonio en el plazo de 3 años, también para conseguir la legalización de algunas parejas. Incluso se llega a otorgar preferencia a los casados en el reparto de mercedes de tierra o cargos civiles y se les hacía rebaja en algunos impuestos.
El nacido mestizo, fuera legítimo o no, era considerado español siempre que fuera educado junto al padre, e indio si se formaba con los indios. Los procesos de legitimación fueron numerosos. Los hijos mestizos de los conquistadores llegaron a desempeñar puestos destacados en la nueva sociedad. Cuando el número de mestizos creció, comenzaron a constituir un grupo aparte y en el siglo XVII ya formaban una categoría social propia, en una sociedad cada vez más estratificada, en la cual color de la piel y estamento social coincidían.
Las mujeres africanas esclavas, igual que los hombres, tenían unos derechos conocidos por las Siete Partidas, tales como la libertad de casarse, de no ser separadas de sus familias y de comprar su libertad. Aunque las mujeres negras se casaban frecuentemente con esclavos, también podían casarse con hombres negros libres. La manumisión era más frecuente en la ciudad y solía ser más comprada que concedida.
Los matrimonios mixtos con mujeres africanas, sin estar nunca prohibidos, tampoco fueron incentivados por el temor al Islam y el estigma de la esclavitud. La convivencia con esclavas domésticas dio lugar al nacimiento de los mulatos, doblemente discriminados por ser a la vez ilegítimos y esclavos.
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