miércoles, 24 de agosto de 2011

BALADA DE MULAN



Los insectos celebran con su canto la tarde.
Mulán está tejiendo ante la puerta.
No se escucha girar la lanzadera,
tan sólo los lamentos de la niña.
Preguntan dónde está su corazón.
Preguntan dónde está su pensamiento.
En nada está pensando,
si no es en el rey Kong, su bello amado.
La lista del ejército ocupa doce rollos
y el nombre de su padre figura en todos ellos.

No hay un hijo mayor para el padre,
un hermano mayor que Mulán.
«Yo iré a comprar caballo y una silla,
yo acudiré a luchar por nuestro padre.»
Ha comprado en oriente un caballo de porte,
ha comprado en poniente una silla y cojín,
ha comprado en el sur una brida
ha comprado en el norte un buen látigo.

Al alba se despide de su padre y su madre;
cuando anochece, acampa junto al Río Amarillo.
Ya no escucha el llamado de su padre y su madre,
tan sólo el chapoteo del caballo en el agua.
Al alba abandona el Río Amarillo;
cuando anochece, llega a la Montaña Negra.
Ya no escucha el llamado de su padre y su madre,
tan sólo a los caballos relinchando en el monte.

Cruzó miles de millas en busca de la guerra,
corrió como volando por pasos y montañas,
las ráfagas del cierzo traían son de hierro,
a la luz de la luna brillaban armaduras.
Allí los generales luchando en cien batallas
morían, y después de haber dado diez años
volvían a su casa, valientes, los soldados.

De vuelta, es recibida por el Hijo del Sol,
que se sienta en la Sala de los Resplandores.
Le concede medallas por sus méritos muchos,
le ofrece alas de pato crujientes por millares.
El Khan le ha preguntado qué quiere hacer ahora.
«Mulan no necesita honores oficiales,
dame un burro robusto de cascos bien ligeros
y envíame de vuelta a casa de mis padres.»

Cuando escuchan sus padres que su hija se acerca,
los dos salen a verla, dándose de codazos.
Cuando escucha su hermana que su hermana se acerca,
se arregla y se coloca delante de la puerta.
Cuando escucha su hermano que su hermana se acerca,
saca filo al cuchillo, sacrifica un cordero.

«He abierto la puerta de mi cuarto oriental,
y en el occidental me he sentado en la cama.
Me quité la armadura que llevaba en la guerra
y me he puesto la ropa que llevé en otro tiempo.
Delante del espejo, cerca de la ventana
me he peinado el cabello enmarañado
y he adornado mi frente con pétalos dorados.»
Cuando Mulan salió ante sus camaradas,
todos se sorprendieron, quedáronse perplejos.
Doce años estuvieron con ella en el ejército
y ninguno sabía que era una muchacha.

Las patas del conejo saltan más,
los ojos de la hembra son algo más pequeños,
mas cuando ves un par corriendo por el campo,
¿quién logra distinguir la liebre del conejo?


1 comentario:

  1. sin duda hermoso y un ejemplo de mujer luchadora en una época donde las tomaban por débiles.

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