miércoles, 25 de mayo de 2011

ELOGIO DE LA LOCURA, DE ERASMO DE ROTTERDAM (V)


Si alguien tiene una mujer de egregia fealdad, pero que en opinión del marido puede rivalizar hasta con la misma Venus, ¿acaso no será lo mismo para él que si fuese realmente hermosa? (…) Conozco a cierto sujeto que se llama como yo, el cual recién casado regaló a la novia ciertas joyas falsas, convenciéndola, con lo bromista y alegre que era, de que no sólo eran verdaderas y auténticas, sino también de precio singular e inestimable. Pregunto yo, ¿qué podía importarle a la joven la burla, si deleitaba igual los ojos y el espíritu y las guardaba junto a sí como eximio tesoro? En tanto, el marido no sólo se había ahorrado el gasto, sino que se divertía con el engaño de su mujer, a la que no tenía menos obligada que si la hubiese obsequiado con el más grande regalo.

Capítulo XLV


¡Dioses inmortales! ¡Qué teatro éste! ¡Qué variedad en esta turbamulta de necios! Uno se muere por cierta mujercilla, a la que ama con mayor pasión cuanto menos caso le hace ella; el otro se casa con una dote y no con una esposa; el otro prostituye a su misma mujer; allí un celoso vigila a la suya como un Argos; aquél, de luto, ¡oh!, cuántas necedades dice y hace, parece un actor que represente la farsa del duelo. (…) Y los hay que van en peregrinación a Jerusalén, a Roma o a Santiago, donde nada tienen que hacer, y en cambio dejan abandonados la mujer, la casa y los hijos.

Capítulo XLVII


Las mujeres, entre otras muchas razones, favorecen a los frailes porque suelen confiar a su seno las quejas y el mal humor que tienen contra sus maridos.

Capítulo LIV

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