Además de ser esposa, había desde luego otros muchos estatus para las mujeres en la antigua Atenas. Muchos hombres atenienses mantenían abiertamente amantes (referidas como pallakai) o concubinas como se ha traducido a veces. No parecía entrañar un problema moral o social que un hombre pudiera tener al mismo tiempo una esposa y una amante.
Asimismo, la clase más baja de prostitutas, aquellas de la calle, se llamaban pornia (palabra de la que deriva “pornografía”, cuando en el siglo IV se convirtió en una moda escribir biografías de prostitutas famosas).
Luego estaban las mujeres de clase alta para la compañía sexual, conocidas como hetarai, cortesanas. Se las ha comparado a las geishas, a mujeres cultivadas y sofisticadas que a menudo mantenían salones donde era frecuente tener discusiones intelectuales, beber, bailar, cantar, además de recibir servicios sexuales.
Lo interesante de estas categorías, que las ha habido en muchas sociedades a lo largo de la historia, es que en Atenas no había estigmas asociados a que un hombre recurriera a la compañía de estas mujeres.
Dentro de los discursos de Demóstenes, en el caso de Apolodoro contra Neaera (una ex-prostituta acusada de falsear sus orígenes para obtener la ciudadanía y casarse con un ateniense, cuando estaba prohibido que un ciudadano se casara con una mujer extranjera), Apolodoro se dirige al jurado, compuesto por 500 atenienses, con la siguiente afirmación:
"Tenemos cortesanas (hetarai) para nuestro placer, tenemos concubinas (pallakai) para el cuidado diario de nuestros cuerpos, y tenemos esposas para darnos hijos legítimos y ocuparse de los asuntos del hogar."
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