La mujer se quedaba en casa. Los hombres salen, y son la “demos”, el pueblo, lo público; mientras que las mujeres tienden a no pisar la calle, recluidas y enclaustradas, al menos las mujeres ciudadanas.
En su Oeconomicus, Jenofonte nos explica cómo funciona el hogar típico de una familia ciudadana ateniense. La división de tareas se ve reforzada por la cuasi exclusión de la mujer ciudadana del dominio público.
Imaginemos al hombre ateniense, fuera en el ágora o yendo a uno de los templos, tal vez en el acrópolis, al final del día llega a casa, y allí está su esposa, que no ha estado fuera del hogar en todo el día. Cuando hay que, por ejemplo, hacer algunas compras en el mercado, un par nuevo de sandalias, algunas velas o aceite para las lámparas, se envía a los esclavos para hacerlo, o tal vez alguna mujer familiar ya mayor o anciana, que no supone ningún peligro ni riesgo.
Nos ha llegado un discurso de inicios del siglo IV, del orador Lisias, que defendía la causa de Eufileto, un hombre acusado de asesinato. El hombre llegó a casa y encontró a su esposa en la cama con su amante, por lo que le dio muerte allí mismo. Lisias tenía como propósito demostrar que era un homicidio justificable, pero su discurso nos ofrece un esclarecedor retrato de la vida de la familia media ateniense.
En el discurso, Lisias pide a Eufileto que explique cómo es posible que su mujer hubiera tenido la oportunidad de tener a un amante dentro de la casa. Para la audiencia de jurados debía resultar extraño que esa situación hubiera ni siquiera podido darse. Así Eufileto tiene que explicar minuciosamente cómo una noche que había bebido demasiado su esposa lo encerró en la habitación diciendo que si no él iría a jugar a dar cachetes y hacer cosquillas con la esclava de la casa. Así que esa es la forma en que quedó encerrado, y la mujer fue capaz de entretener a su amante en la habitación del frente, que daba a la calle.
¿Y cómo es que la mujer estaba en una habitación que daba a la calle? Eufileto sigue explicando a la audiencia, lo que había sucedido era que su esposa había dado a luz unos meses antes, y le había dicho a su marido que sería muy difícil subir y bajar las escaleras hasta el cuarto trasero todas las noches, ya que estaba alimentando al bebé. Así que el marido accedió a cambiar las habitaciones, él se trasladó a la parte trasera, y la esposa a la parte delantera de la casera.
La parte delantera de la casa daba al patio, que colindaba con la calle, y era la parte de la casa reservada para el hombre, para recibir a sus amigos e invitados, celebrar reuniones sociales donde beber, recitar poesía y debatir de filosofía.
La parte trasera y el piso superior, subiendo las escaleras, estaban reservados para la esposa.
Así que cuando en la Odisea de Homero se nos cuenta que Penélope, en la ausencia de Odiseo, tiene que bajar las escaleras para atender a los invitados que están abajo comiendo y bebiendo, se está reflejando fielmente la disposición y las costumbres de un hogar griego, con la mujer recluida en la parte trasera y superior de la casa, donde no ser vista ni oída.
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