Siglo XIX. China. La industrialización de la seda hace florecer una moderna industria textil que emplearía como mano de obra sobre todo a mujeres. Por primera vez algunas mujeres jóvenes son capaces de ganar dinero para vivir por si mismas, e incluso para mantener a familiares cercanos. Las mujeres comienzan a tener elección y pueden ir posponiendo la edad de matrimonio.
En la provincia de Cantón, al sur de China, esta situación acaba derivando hacia extremos sorprendentes. Surgen movimientos organizados de "resistencia al matrimonio". Se crean hermandades de mujeres que juran sus votos ante los dioses... prometiendo nunca casarse. Algunas sí se casarían pero no irían a vivir con sus maridos, hasta el punto de nunca consumarse esos matrimonios.
Fue tan único este fenómeno que todavía no está claro cuáles fueron sus desencadenantes, ya que la industrialización llegó a más partes de China sin repetirse la corriente "anti-matrimonio" de las mujeres de Cantón. La sociedad china de entonces era muy compleja, así como la situación de la mujer: el escaso valor social de tener una hija comparado con un varón, la falta de libertad y gran sometimiento de la mujer casada, el arraigo de la poligamia masculina a través del concubinato por parte de terratenientes y demás chinos acaudalados, así como creencias religiosas sobre la impureza de dar a luz y no mantenerse célibe.
Hasta el siglo XIX la principal alternativa de la mujer al matrimonio, sin caer en la prostitución, era convertirse en una monja budista, aunque la libertad de la que se disponía en un templo budista seguía siendo muy limitada. Para las mujeres de Cantón una nueva alternativa se abrió camino cuando consiguieron la independencia económica.
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